jueves, 18 de abril de 2024

La lengua de las ratas

Este sutil devenir
alegoría de goce interminable
llanto perpetuo
oposición al sol.
Este marcado punto en donde el retorno se hace el muerto
aquí donde crecen los gusanos
hamaco mi amor.
Aquí donde la noche desnuda su sonrisa
tenebrosa y ambulante
reviento contra las formas que se caen a mis pies.
Piso
camino
toco y no siento.
Tu voz muerta de catapulta
las lágrimas que nunca ví
los oídos sordos de no verme
y la lengua de las ratas
lamiéndome las mejillas.

 "Y es que desde que llamaste mi vida se alteró por completo"

Y vinieron las sombras a abrazarme, me derrumbaron la puerta, abrieron la heladera y se comieron todas las sobras. Me ataron a una silla, encendieron la tele y cual película muda en blanco y negro reprodujeron ese dolor que había escondido y olvidado en la basura. Una de ellas, porque eran muchas sombras, se hamacaba como en un columpio en el foco del cuarto. Todo eso me sabía a interrogatorio. De pronto devino un silencio, podía escuchar el latido de sus pulsos, irreverentes formas asomaban de sus ojos. No había lenguaje, pero yo entendía todo. No había voces, pero yo escuchaba todo. Logré reincorporarme de la silla, mis piernas temblaban, eran cuchillas clavadas en la alfombra. Caminé despacio hacia la ventana con la intención de tomar aire. Sentí la bisa, tan fría como tu ausencia y me largué a llorar.

martes, 2 de febrero de 2021

Terror

Hay un fantasma

que va y viene

se acuna

en la cuna descuidada.

A mí me habita el terror todos los días

porque pude haber volado

pero mancharon mis alas

y le dieron de mi cuerpo a los perros.

Debería volver a escribir

a ensañarme con las palabras
romperlas
destruirlas
e inventar un nuevo idioma.
Pero es que este silencio tiene tantas voces que no reconozco ni mi propia voz.
Hoy, el fantasma parado al pie de mi cama me tira de los pies y me invita a desaparecer.
Perderme en el abismo de la mirada es lo que peor me sale.
No encuentro la paz
ni el abrazo amigo que rompe los huesos y los junta como si fuera un rompecabezas.
Debería volver a escribir
tal vez así me encuentre en este mar de ojos que miran hacia ningún lado.

Creí que hasta nuestra oscuridad era inmaculada.

Desnude el acertijo y vi tus pies mojándose en otro mar.
Esta nueva forma que habita en mí desde hace un tiempo sigue el surco de los ríos sedientos de ansiedad. La voz del niño que murió,... y el cuerpo que parió tesoros rotos,... y la lengua que maldijo en trescientos idiomas de otros mundos,... Es que todo es tan inverosímil como mis ideas.
Nací brujo, huelo el velo que cubre toda la mentira y ensayo un ritual intenso con bailes inentendibles. La verdad tiene tantas aristas como la piedra circular que se apoya sobre mi vientre, y aunque mi condición lo impide quiere parir miles de voces, rotas, quebradas. Se están desangrando.
Suelto un llanto y se estremece el bosque, no hay silencio más voraz que mi mirada estrellándose en el piso.

Y no veo nada pero veo todo. Y no siento nada pero...

Hay un pájaro muerto en el camino. El viento sopla fuertemente y mueve sus alas buscando reanimarlo. Hay una inscripción en el sendero que camino que dice "lo que muere se transforma".

El pájaro no se mueve, inmóvil sobre el piso no siente nada. Una horda de gusanos se revuelcan en su estómago, hay comida para todos. El carroñero sobrevuela la escena calculando el momento justo para llevarse la presa.
Un vuelo rasante, un momento estático, y ataca con toda su furia llevándosela.

Mis sentidos registran la escena, el carroñero no entiende de tiempos, sigue su instinto, devora y su estómago queda satisfecho.
El pájaro muerto no entiende de tiempos porque ya está muerto, ya no puede volar.
El viento no entiende el instinto ni tampoco la muerte, sólo sopla en una y otra dirección tratando de animar o apagar quién sabe qué cosa.
Yo no entiendo de pájaros ni de vientos ni de carroñeros pero me persiguen los gusanos.

Los gatos cantan mi voz. La ausencia de aire transpira imágenes de pinos. Ya no sé quién soy en este oscuro y tenebroso pasadizo. Una voz me alza, me toma del cuerpo y me revienta contra el piso. Faltan meses para el canto, para el trinar de los pájaros que abundan en este misericordioso dolor vestido de trapos. Mientras tanto mi consuelo tiene etiqueta, y un frasco de sabor añejado por los años de tanto mirar hacia otro lado. Que no escuche tu voz no significa que no vea tus ojos, y ese latir apesadumbrado queriendo tirar de la cornisa de la soledad. No soy quién era, nunca tuve raíces y como un árbol seco enmascarado por el frío de las tempestades solitarias me voy muriendo para renacer en quién sabe que melodía. Es que todo pasa tan lento que carcome por dentro y derrumba quién yo solía ser. No hay cuadros, ni recuerdos perpetuos que animen al monstruo de la muerte, ese monstruo qué tiene ojos de cordero y corazón de hielo.