domingo, 31 de enero de 2021

Hugo

 4 de la mañana, sentado en la terminal, incomunicado y fumando un cigarrillo. Con la mirada puesta sobre un punto fijo del horizonte más cercano que me regalaba un paredón se me acerca una persona y me pide, muy amablemente, fuego. Flaco, con los años venidos encima y la espalda arqueada me dice: yo soy de San Juan, la tierra del buen vino. Le doy fuego con una sonrisa y me promete 3 litros de vino del mejor, sonrío nuevamente. Me mostró su documento para confirmarlo, había perdido el colectivo, se le escapó sólo por 9 minutos. Su mamá lo esperaba con ravioles en la mesa cuando llegara a San Juan, mañana ya van a estar fríos y una madre impaciente y dulce los guardará en la heladera para reservarlos.

Trabaja en la minería a cielo abierto, el sol Sanjuanino le ha calcinado la piel. Cuando perdió el bondi se subió a un remís que le sacó los últimos $2000 pesos para perseguir a ese colectivo que no quiso parar para llevarlo en la ruta, volvió vencido y sin un mango y ésta noche duerme en la terminal abrazado a su bolso soñando quién sabe que sueño, uno de esos tantos que la vida le arrebató y no pudo cumplir. Estaba en Buenos Aires cuidando a un hermano enfermo que había sufrido un ACV, tiene la mitad del cuerpo paralizado, como a veces nosotros mismos nos quedamos paralizados con nuestras historias y problemas insignificantes, ...pero es que cada ser humano es una historia dentro de otra historia.
Yo había perdido el celular bajando del taxi un par de horas atrás, y si bien maldije en mil idiomas su historia era como Godzilla al lado de mi osito de peluche.
Espero que su hermano se recupere y que pueda convivir con esta nueva realidad, que su madre pueda preparar la mesa el domingo para recalentar los ravioles y que el sueño que sueñe hoy con su cabeza apoyada en el bolso sea más condescendiente con la realidad que le deseo al escuchar su historia.
Cuando se fue a dormir me saludó otra vez, su mirada mostraba agradecimiento, tal vez por haberlo escuchado y animarlo a poder ver las señales dentro de cada situación caótica que se nos presenta.
Mientras yo había dejado de pensar en mi celular y había asumido de alguna manera mi descuido, suena mi nombre por el alto parlante de la terminal, era el taxista que traía mi celular perdido después de cuatro horas. El universo escuchó mi ruego, ojalá en algún momento escuche los ruegos de Hugo, él los necesita más que yo.

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